En 1977 se convirtió en el primer Diputado gitano en entrar en el Congreso. ¿Cómo fue su camino hasta llegar ahí?
Desde que tomé conciencia de que vivíamos en una sociedad injusta y que el régimen político que nos gobernaba negaba a los ciudadanos el mayor de los bienes al que jamás de se debe renunciar: la libertad. Con 22 años me vine a Barcelona donde encontré la ayuda y los medios necesarios para promover en toda España un movimiento reivindicativo de los derechos que a los gitanos se nos negaban.
¿Por qué era tan importante que un gitano entrara a hacer política?
Pensé que la llegada de la democracia podría facilitarnos un nuevo escenario desde el que poder luchar contra las injusticias. Y que hacerlo desde el lugar donde se toman las decisiones políticas era un privilegio al que debíamos aspirar. Tuve mucha suerte.
Permítame que le pregunte por el Golpe de Estado de Tejero, que usted vivió en primera persona. ¿Cómo recuerda ese suceso?
Ahora, con la lejanía del tiempo, contemplo las 18 horas que estuvimos secuestrados como la gran aventura que puso en peligro la transición y que, gracias al Rey y al pueblo español, fuimos capaces de superar. Pero al mismo tiempo no puedo evitar recordar que pasé miedo. Sobre todo, cuando tirado en el suelo oía los disparos de los asaltantes. Temía que en algún momento una bala podía entrar por mi espalda.
Juan de Dios, ¿Cuáles son las grandes diferencias entre el pueblo gitano y los payos? ¿Llegará el día en que se diluyan estas diferencias?
No me atrevería a decir si las diferencias son grandes o pequeñas. Como seres humanos, individualmente, los grandes valores de la humanidad los compartimos con los ciudadanos que no son gitanos. Buenos y malos los hay en todas partes. Los valores que consagra el Derecho Natural atañen a todos los pueblos civilizados.
Sin embargo, como colectividad, los 14 millones de gitanos y gitanas que vivimos en el planeta, poseemos una cultura, unas costumbres y unas tradiciones que, a veces, difieren de los comportamientos de la sociedad mayoritaria en la que nos ha tocado vivir.
Déjeme decirle una cosa: yo no sé si algún día las diferencias desparecerán. Sí le digo, con humildad, pero con convencimiento, que, si el mundo de los payos adoptara algunos de los valores gitanos, serían más felices.
¿Y cuáles diría que son, hoy en día, los grandes retos de esta comunidad?
Dejar de ocupar el último lugar en el ranking del progreso y el desarrollo. Tenemos el mayor índice paro. Muchas familias viven en condiciones tercer mundistas en viviendas que carecen de los más elementales servicios. El analfabetismo todavía hoy sigue siendo ara nosotros una lacra.
Tal como usted lo ve, ¿es la comunidad gitana una comunidad machista?
Cada día lo es menos, por suerte. De todas formas, el feminismo es un concepto todavía muy alejado de la mayoría de nuestra gente. Conseguir que las mujeres gitanas ocupen en el seno de nuestra sociedad el lugar que le corresponde es uno de nuestros grandes retos.
¿Ve un cambio generacional con respecto a esto?
Por supuesto. Le daré un dato. Hay más mujeres gitanas en las universidades españolas que jóvenes varones gitanos. Y algo que no debe olvidar. Hoy tenemos en el Congreso de los Diputados a dos mujeres gitanas. Llevamos muchos años luchando por conseguirlo y al fin lo hemos logrado.
Usted es doctor en periodismo. ¿Cree que los medios fomentan la imagen estereotipada de los gitanos?
Como siempre, generalizar no es bueno. En términos generales podríamos decir que si, aunque hay honrosísimas excepciones. De todas formas, el daño más grande se nos hace desde los medios online. Esa es una terrible realidad que nos hace sentirnos impotentes ante tantos ataques y ofensas como recibimos cada día
En Catalunya estamos viviendo un momento crucial política y socialmente hablando. ¿Toma usted partido? ¿Cómo vive la exaltación de las naciones un pueblo que, por definición, siempre ha sido nómada?
“Tomar partido” para mi es muy fácil. He sido Diputado socialista en el Parlamento Español y en el Parlamento Europeo durante 23 años continuados. El nomadismo forma parte de nuestra historia. Los gitanos españoles nunca hemos podido ser nómadas. La primera pragmática dictada contra nosotros el 1490 ya lo prohibía. Los tiempos han cambiado enormemente. Ya no quedan nómadas en Europa. En los países gobernados por el comunismo desde 1917 los gitanos no tenían libertad de movimiento, y en el resto de Europa cada día fuimos más perseguidos. Francia ha sido el país donde mayor número de gitanos han sido nómadas. Hay también allí su número se ha reducido drásticamente.
¿Se imagina un presidente o presidenta gitano? ¿Cuáles serían sus primeras medidas si usted lo fuera?
Ya hemos tenido un presidente de Gobierno gitano, nada menos que en Brasil. Se llamaba Juscelino Kubitschek y mantuvo su mandato durante los cinco años de su legislatura. Murió en un accidente en 1976. Fue muy querido y respetado por los brasileños. Se le reconoce ser el propulsor de grandes obras públicas, especialmente puentes y carreteras. Y algo de importancia extraordinaria. Fue este gobernante gitano quien ideó y puso en marcha la creación de Brasilia, nueva capital del país. Y con respecto a lo segundo dedicaría todos mis esfuerzos a luchar contra la pobreza. Como dicen en mi tierra andaluza, “la “jambre” (hambre) tiene mu (muy) mala cara”.
Háblenos de la tarea de Unión Romaní en la lucha por la conquista de los derechos del pueblo gitano.
Una de las fortalezas de la Unión Romaní es nuestra amplia implantación territorial gracias a que somos una Federación de Asociaciones Gitanas, lo que permite que nuestro trabajo llegue a miles de gitanos repartidos en diversas comunidades autónomas españolas.
Por ello, una de las principales acciones que desempeña nuestra organización es la de asesorar permanentemente a las entidades federadas, en temas administrativos, legales y culturales, para asegurar su buen funcionamiento.
Asimismo, otra de las líneas de trabajo más destacadas de nuestra entidad es la de divulgar de forma permanente y enérgica la promoción social que experimenta nuestro pueblo, y que en la Unión Romaní se lleva a cabo desde diversos ámbitos de actuación como son la salud, la educación, la inserción laboral, la promoción de la mujer o la cultura, entre otros.
En esta misma línea, nuestra organización ejerce de altavoz continuo de los ataques racistas o discriminatorios que todavía afectan a nuestro pueblo, convirtiéndose en una plataforma de denuncia constante de la gitanofobia que nos sigue estigmatizando y relegando a los márgenes de la sociedad por nuestra condición étnica.
Nuestra labor es entonces clara: procurar hacer de contrapeso, arrojar luz allí donde otros vierten oscuridad para evitar que los discursos sin fundamentos calen fuerte en la población. Darle armas a la sociedad para que no sucumban a las mentiras y se conviertan ellos mismos en escudos contra el antigitanismo.
Para terminar, me gustaría saber cuál es su gran deseo para el pueblo gitano. ¿Qué lucha le queda por ganar?
Que se cumpla lo que dice el artículo 13 del código deontológico de los periodistas del Reino Unido, que aproximadamente dice así: “Los periodistas evitarán hacer mención de la raza, el color, la cultura o el origen de los ciudadanos cuando hayan de referirse a ellos en contextos peyorativos”.