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Cultura

Ale Risorio: “El día que me gradué en medicina lo dejé para dedicarme al teatro”

Se llama Alejandro Nicolás Muñoz (Buenos Aires, 1974), pero en el mundo del espectáculo se le conoce como Ale Risorio. Este payaso ha actuado en la calle, en festivales nacionales e internacionales y ahora ofrece formación teatral en el Espai Piluso del Poble-sec (Salvà, 68), una asociación que cuenta con más de 800 socios. Con él tratamos de dar respuesta a algunas cuestiones, como cuál es la diferencia entre ser payaso o ser clown y nos preguntamos si todavía hoy nos hacen reír las mismas cosas que hace 50 años.

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¿Quién es Ale Risorio?
Es mi nombre artístico. La gente me conoce más por mi trabajo como clown, pero me formé también en máscaras, teatro físico, mimo corporal… Podríamos decir que soy multidisciplinar. Hago de todo cuando puedo y como puedo.

¿Cómo empieza tu vocación? ¿Siempre quisiste ser payaso?
La vocación pedagógica como la de clown aparecen de casualidad. De hecho, cuando mis padres me llevaban al circo de pequeño, odiaba a los payasos hasta el punto que cuando salían al escenario me entraba fiebre y me tenían que sacar de allí. Mi abuelo sí que era un actor bastante reconocido en Argentina y en Uruguay, y creo que viene un poco en la sangre. Pero la cuestión es que yo estudié medicina en la facultad y allí conocí una persona que hacía teatro. Así empiezo a entrar en el mundo artístico, empiezo a ver espectáculos de calle… Y finalmente hice las dos carreras, la de medicina y la de teatro. El mismo día que me gradué en medicina lo dejé para dedicarme por completo al teatro.

¡Vaya cambio! ¿Cómo fueron tus inicios en Barcelona?
Hacía espectáculos de fin de semana en la calle y, mientras seguía estudiando, organizaba unos cabarets en el Teatre Riereta, que ahora es el Ateneu del Raval. Mi primera experiencia en la docencia también fue allí, monté unos talleres de teatro físico y mimo. A partir de eso me fueron conociendo y cada vez fue interesando más el tema de los cursos. De hecho, este espacio no estaba concebido para ser una escuela, la idea original era tener un sitio para poder ensayar y crear.

Háblanos de este espacio, del Espai Piluso. Y, ¿por qué este nombre?
Lo abrimos hace cuatro años y es una asociación donde damos formación teatral. Nos dedicamos principalmente al teatro físico, a la improvisación i al clown. Muchas veces traemos maestros de clown o de otras disciplinas para hacer talleres y, unas dos veces al mes, programamos funciones abiertas a los socios. El nombre es porque cuando yo era pequeño, al salir de la escuela veíamos en la televisión el programa del Capitán Piluso, que era un payaso que hacía rutinas clásicas.

¿Por qué elegisteis el Poble-sec?
Siempre viví en el barrio desde que llegué a Barcelona. Encontramos este local que era un taller mecánico, nos encantó y en seguida proyectamos aquí el Espai, haciendo varias reformas para adaptarlo.

¿Cualquiera que esté interesado puede apuntarse a los cursos que ofrecéis o son para profesionalizarse?
Puede venir cualquier persona adulta, tengo alumnos de 20 años y de 75 años. De los que hacen los cursos de formación, muy pocos se terminan dedicando al clown, pero muchos lo utilizan como una terapia personal. Es un gran desafío porque supone un proceso de autoconocimiento y de aceptarse tal cual uno es. Aquí, mis alumnos se permiten ser realmente quienes son.

¿Qué momento pasa ahora el proyecto con toda la situación de crisis cultural?
Es un momento bastante extraño e incierto. En marzo teníamos programado un festival de improvisación de mujeres y tuvimos que cancelarlo por el confinamiento. Hace poco hemos vuelto a abrir y hemos retomado las clases abiertas, adaptándonos a las nuevas formas de trabajo. Tratando de hacerlo lo mejor posible, pero sin dejar de trabajar porque necesitamos seguir pagando el alquiler del local.

Recuerdo, hace años, un payaso que siempre estaba en el Portal de l’Àngel. Ahora ya no se ven. ¿Se ha perdido la figura del payaso de calle? 
Sí, lo recuerdo, ese payaso se llamaba Joaquín. Sí que se ha ido perdiendo y con la pandemia más, porque antes, cuando había turismo, había algún clown o mimos en las Ramblas y salía más o menos rentable económicamente, pero ahora la gente no está saliendo. Nos tenemos que reinventar y reformatearnos. Justo yo estaba en la programación de un espectáculo de sala pero, con la reducción del aforo, preferimos no abrir por ahora. Aquí caben 60 o 70 personas y abrir para la mitad es muy difícil de sostener económicamente.

Las formas de comunicarnos, de relacionarnos, incluso el humor, todo ha cambiado con el tiempo. ¿Todavía hace reír el payaso? 
¡Sí! Las rutinas clásicas de los payasos españoles Gaby, Fofó y Miliki siguen funcionando y seguirán funcionando dentro de 20 años. Lo que sí que ha pasado es que el abanico del clown se ha abierto mucho. Hay mucha variedad y muchas formas de hacerlo, pero es importante recordar que la risa es una emoción más del clown. También nos emocionan, nos entristecen, nos movilizan. No es solo hacer reír. Tengo un maestro y amigo que dice que el clown somos nosotros mismos puestos en juego.

Por último, una duda conceptual, ¿clown y payaso es exactamente lo mismo?
Para mí es lo mismo, aunque el clown se relaciona más con un formato teatral y el payaso se relaciona más con rutinas clásicas, que son las que se ven en el circo. Yo lo tomo simplemente como una traducción al inglés de la palabra porque las rutinas del circo funcionan en un teatro y a la inversa.

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Cultura

Literatura eròtica en català

Idil·lis: Una nova passa en la normalització del gènere eròtic en la nostra llengua

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Tot i que les escenes eròtiques estan presents en la literatura catalana des dels seus inicis –només cal recordar alguns passatges del Tirant lo Blanc (1490), de Joanot Martorell–, no és menys cert que la literatura eròtica en català no és pas el gènere més conreat. Potser tot és deu una qüestió de vergonya o de pudor per part dels lectors i dels escriptors, però el cert és que Joan Fuster, ja al 1978, ens instava a “salvar el patrimoni eròtic” i alertava de la mediocritat eròtica de la nostra narrativa.

Pas a pas, gràcies a les col·leccions de narrativa eròtica de diverses editorials (Tusquets, La Magrana, El Llamp, entre d’altres), semblava que la cosa millorava i que la literatura eròtica en català revifava –com si s’hagués pres una pindoleta màgica de color blau–, però, ai las!, al final només era trempera matinera…

Avui, gràcies a la col·lecció Idil·lis d’Edicions de la Ela Geminada, sembla que podem estar davant d’un canvi històric i que el gènere eròtic gaudeixi de l’espai que li pertoca a casa nostra, en tant que part essencial de la cultura i l’expressió literària catalanes. Idil·lis, de la mà de Laia Regincós i Alba Padrós i amb l’elegant imatge gràfica de la dissenyadora Ariadna Miró ha estrenat una nova època que esperem que sigui ben fructífera.

Si us crida l’atenció i voleu saber com sona la narrativa eròtica, Idil·lis ja ha publicat quatre títols: Delta de Venus, d’Anaïs Nin; Obres púbiques, de Manuel de Pedrolo; Nou animal d’Ella Baxter i la col·lecció de relats Lluenta, de Marta R. Gustems. I demà, qui sap… potser podrem tornar a llegir Henry Miller en català o gaudir d’una reedició de El sol de la tarda, de Robert Saladrigas?

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Cultura

‘Pops’

L’escriptor del barri, Isaac Cortés, ens ha enviat un conte on ens parla del perill dels bars de tapes…

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El periodista ens acaba d’anomenar “els valents de la mar”. Jo la veritat no me’n sento de valent. Si faig el que faig és per un interès propi, no per un bé comú. Perquè a mi la comunitat ja fa temps que me la porta fluixa. A la barca som set, quatre dones i tres homes; supervivents. El gran atac em va agafar a casa, m’havia agafat festa aquell dia. Ja feia un parell de setmanes que a la ràdio informaven d’albiraments estranys des de la platja de la Barceloneta. Els científics donaven explicacions vagues, poc convincents, com sempre que es troben amb un esdeveniment que no acaben d’entendre. I llavors, va passar allò que era impensable que passés. La revenja dels maleïts pops.

Normalment, em dutxo amb un transistor d’aquests que tenen l’antena retràctil. Crec que escoltava un programa d’entrevistes quan: ‘‘Tallem la comunicació per informar que uns pops gegantins estan ocupant la platja’’. La platja, van dir! Il·lusos. Primer van ocupar la platja, sí, però desprès van creuar la costa, la carretera i, seguidament, es van dedicar a arrasar tots els restaurants de la Barceloneta, una venjança en tota regla. No contents amb això, van abraçar edificis sencers amb els seus tentacles per fer-ne runa, que engolien i escopien contra els bars de tapes. Estava clar que qui tenia en el menú pop a la gallega, popets arrebossats o qualsevol varietat de cefalòpode a la carta, llepava. Òbviament, els regents dels bars i restaurants eren devorats. Després, penjaven els seus esquelets dels semàfors més alts, a mode d’advertència. Està clar que en el carrer Blai i va haver una escabetxina de les que fan història. I aquí entro jo. Un dels valents de la mar, com ha dit el periodista. En realitat em dedico a la restauració. Regento un bar de tapes fantàstiques al carrer Blai. Especialitat? Ja us ho podeu imaginar: pop. Diria que faig les millors croquetes de pop de Barcelona. Bé. El cas és que van entrar al meu local i van endrapar-se el meu encarregat i el cambrer. Per sort, van marxar sense enrunar el local.

La qüestió és que, ara mateix, la humanitat està amenaçada per aquestes criatures que semblaven tan afables. Qui no recorda el meravellós documental Lo que el pulpo me enseñó. Jo el vaig veure i, no tinc clar si el “pulpo” em va ensenyar alguna cosa. Però sí que tinc clar que els maleïts pops ens van enganyar a tots amb una campanya de màrqueting molt ben orquestrada. Culpa de Netflix, és clar. Bé, que m’enrotllo. La cosa és que ara, “els valents de la mar”, naveguem per a pactar un període de pau. Duem amb nosaltres una bandera blanca ben grossa i unes bosses de roba molt ecològiques, on es pot llegir: no mengem pops. Jo aspiro a poder negociar amb ells, d’estranquis. I és que encara tinc estoc de tentacles al congelador. No crec que passi res per servir unes darreres tapetes, però per si de cas…

ISAAC CORTÉS i DOMINGO (Instagram: @isaacicd)

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Cultura

Però si això és el Paradís!

La gran transformació de París vista des d’uns grans magatzems

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No és pas la meva intenció la de descobrir-vos qui fou Émile Zola (1840 – 1902), un dels més grans escriptors de tots els temps. Estic segur que la immensa majoria de vosaltres sabreu que fou un narrador que va voler descriure tota la societat i fer-ho des d’una perspectiva el més objectiva possible i partir d’una visió determinista d’uns personatges que sobreviuen com poden en uns escenaris marginals.

Entre la producció d’aquest escriptor m’agradaria destacar dues novel·les que em tenen el cor robat: Thérèse Raquin (1867), que podem llegir en una magnífica traducció de Lluís Maria Todó per a Edicions de 1984, i La taverna (1877), una novel·la que ens recorda que el París del luxe i l’excés no és més que l’altra cara de la moneda d’un París molt més fosc, el de la gana i la misèria dels més humils. Si no l’heu llegida, us aconsello la versió catalana que n’ha fet Carles Llorach-Freixes per a Adesiara.

Avui, però, us vull parlar d’una altra novel·la de Zola:  El Paradís de les Dames (1883), que podem considerar com la més optimista de l’autor i que ha estat publicada recentment a Viena Edicions amb traducció de Josep Maria Pinto.

En aquesta obra, Zola ens narra la inauguració d’uns grans magatzems que tindran tant d’èxit que capgiraran, fins i tot, l’urbanisme de la capital francesa. Imagino que a hores d’ara ja haureu descobert que aquesta novel·la va servir de base per a una sèrie de televisió italiana que podem veure cada tarda a TV3: El paradís de les senyores. Doncs sí, les peripècies dels Guarnieri, els Amato, els Bergamini, els Conti, els Cattaneo i les Venus són, de fet, una revisió ambientada al Milà dels anys cinquanta i seixanta del segle passat de la novel·la de Zola.

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