¿Quién es Ale Risorio?
Es mi nombre artístico. La gente me conoce más por mi trabajo como clown, pero me formé también en máscaras, teatro físico, mimo corporal… Podríamos decir que soy multidisciplinar. Hago de todo cuando puedo y como puedo.
¿Cómo empieza tu vocación? ¿Siempre quisiste ser payaso?
La vocación pedagógica como la de clown aparecen de casualidad. De hecho, cuando mis padres me llevaban al circo de pequeño, odiaba a los payasos hasta el punto que cuando salían al escenario me entraba fiebre y me tenían que sacar de allí. Mi abuelo sí que era un actor bastante reconocido en Argentina y en Uruguay, y creo que viene un poco en la sangre. Pero la cuestión es que yo estudié medicina en la facultad y allí conocí una persona que hacía teatro. Así empiezo a entrar en el mundo artístico, empiezo a ver espectáculos de calle… Y finalmente hice las dos carreras, la de medicina y la de teatro. El mismo día que me gradué en medicina lo dejé para dedicarme por completo al teatro.
¡Vaya cambio! ¿Cómo fueron tus inicios en Barcelona?
Hacía espectáculos de fin de semana en la calle y, mientras seguía estudiando, organizaba unos cabarets en el Teatre Riereta, que ahora es el Ateneu del Raval. Mi primera experiencia en la docencia también fue allí, monté unos talleres de teatro físico y mimo. A partir de eso me fueron conociendo y cada vez fue interesando más el tema de los cursos. De hecho, este espacio no estaba concebido para ser una escuela, la idea original era tener un sitio para poder ensayar y crear.
Háblanos de este espacio, del Espai Piluso. Y, ¿por qué este nombre?
Lo abrimos hace cuatro años y es una asociación donde damos formación teatral. Nos dedicamos principalmente al teatro físico, a la improvisación i al clown. Muchas veces traemos maestros de clown o de otras disciplinas para hacer talleres y, unas dos veces al mes, programamos funciones abiertas a los socios. El nombre es porque cuando yo era pequeño, al salir de la escuela veíamos en la televisión el programa del Capitán Piluso, que era un payaso que hacía rutinas clásicas.
¿Por qué elegisteis el Poble-sec?
Siempre viví en el barrio desde que llegué a Barcelona. Encontramos este local que era un taller mecánico, nos encantó y en seguida proyectamos aquí el Espai, haciendo varias reformas para adaptarlo.
¿Cualquiera que esté interesado puede apuntarse a los cursos que ofrecéis o son para profesionalizarse?
Puede venir cualquier persona adulta, tengo alumnos de 20 años y de 75 años. De los que hacen los cursos de formación, muy pocos se terminan dedicando al clown, pero muchos lo utilizan como una terapia personal. Es un gran desafío porque supone un proceso de autoconocimiento y de aceptarse tal cual uno es. Aquí, mis alumnos se permiten ser realmente quienes son.
¿Qué momento pasa ahora el proyecto con toda la situación de crisis cultural?
Es un momento bastante extraño e incierto. En marzo teníamos programado un festival de improvisación de mujeres y tuvimos que cancelarlo por el confinamiento. Hace poco hemos vuelto a abrir y hemos retomado las clases abiertas, adaptándonos a las nuevas formas de trabajo. Tratando de hacerlo lo mejor posible, pero sin dejar de trabajar porque necesitamos seguir pagando el alquiler del local.
Recuerdo, hace años, un payaso que siempre estaba en el Portal de l’Àngel. Ahora ya no se ven. ¿Se ha perdido la figura del payaso de calle?
Sí, lo recuerdo, ese payaso se llamaba Joaquín. Sí que se ha ido perdiendo y con la pandemia más, porque antes, cuando había turismo, había algún clown o mimos en las Ramblas y salía más o menos rentable económicamente, pero ahora la gente no está saliendo. Nos tenemos que reinventar y reformatearnos. Justo yo estaba en la programación de un espectáculo de sala pero, con la reducción del aforo, preferimos no abrir por ahora. Aquí caben 60 o 70 personas y abrir para la mitad es muy difícil de sostener económicamente.
Las formas de comunicarnos, de relacionarnos, incluso el humor, todo ha cambiado con el tiempo. ¿Todavía hace reír el payaso?
¡Sí! Las rutinas clásicas de los payasos españoles Gaby, Fofó y Miliki siguen funcionando y seguirán funcionando dentro de 20 años. Lo que sí que ha pasado es que el abanico del clown se ha abierto mucho. Hay mucha variedad y muchas formas de hacerlo, pero es importante recordar que la risa es una emoción más del clown. También nos emocionan, nos entristecen, nos movilizan. No es solo hacer reír. Tengo un maestro y amigo que dice que el clown somos nosotros mismos puestos en juego.
Por último, una duda conceptual, ¿clown y payaso es exactamente lo mismo?
Para mí es lo mismo, aunque el clown se relaciona más con un formato teatral y el payaso se relaciona más con rutinas clásicas, que son las que se ven en el circo. Yo lo tomo simplemente como una traducción al inglés de la palabra porque las rutinas del circo funcionan en un teatro y a la inversa.