Abel Alem, actor de la época dorada del Paralelo, se despide de Barcelona con una última función los días 24 y 25 de enero
Abel Alem, ante el Cafè Apolo, al lado del teatro donde más le vieron actuar / J.M.
@zona_sec / Abel Alem (Mar del Plata, 1942) llegó a Barcelona hace más de 40 años de su Argentina natal, previo paso por Madrid. Desde entonces, teatros como el Apolo o el Victoria, le han visto cantar, tocar el piano y actuar, haciendo de bailarín, fraile o de mujer. Un comediante todoterreno, medio porteño medio catalán, y que ha compartido escenario con nombres como Viky Santel, Addy Ventura, Mary Mistral, Tania Doris, Ivette Rene o Rosita Ferrer. Ahora, se despide de Catalunya con un doble espectáculo los días 24 y 25 de enero en Cotxeres Borell, en el marco de la Festa Major de Sant Antoni. Será entonces cuando se bajará el telón de uno de los iconos del género de las variedades. El colofón a una trayectoria de humor picante, forjado en base a la estima de su fiel público.
Me da la sensación que el Paralelo te echará mucho de menos…
Soy más catalán que argentino. Vine con 30 añitos, y me voy con 72. He pasado más tiempo aquí que allá. Pero no sufro. Me voy en paz, sintiéndome querido.
Alem, de joven, en un cartel promocional del actor
Y con el espectáculo ¡Hasta siempre Barcelona! de broche final. Haznos algún avance…
Me despediré con todo el cariño del mundo, con un espectáculo muy especial. Podríamos describirlo como variopinto, con una presentación muy bella. Me acompañará una cantante de bolero, y un pianista maravilloso del conservatorio, que tocará música clásica. Con Pepa Mayo repetiremos un número muy divertido en el que imitamos a Mari Carmen y Doña Rogelia. Habrá muchas sorpresas, risas y mucha emoción. Además, me aguarda una conversación con el Molt Honorable…
Eres de los pocos representantes que queda de un género, como el de revista o varietés, venido a menos…
El Paralelo que yo conocí trabajaba mucho este género, pero el de hoy no tiene nada que ver. Ya no existe la revista. No hay music hall, ni empresarios que apuesten por ello, tampoco por otros registros como la zarzuela. Es un género que, además, supone un gasto importante. Hay bailarines, coros, orquesta… Todo esto es un patrimonio que el Paralelo, salvo contadas excepciones, ha dejado perder.
En muchas de tus actuaciones apareces vestido de señora: vestidos largos, purpurina, pamelas…
¡Claro! Se trata de romper un poco con lo políticamente correcto. Y fíjate que siempre había hecho teatro serio, obras de Shakespeare incluidas. Pero empecé a salir con pluma y purpurina en el London Bar, hará más de 20 años, y así me quedé: ambiguo.
En el Apolo y el Victoria también fuiste un habitual de las interpretaciones con y sin pluma.
Llegué a estar siete años seguidos en el Apolo como bailarín agotando las localidades función tras función. Pero claro, hace ya 40 años de esto. También actué en el Victoria, como primer actor, junto a Rosita Ferrer, una gran cantante, e Ivette Rene, una vedette francesa con la que me reía mucho. En ese momento empezó, precisamente, mi querida Merche Lois.
…que le ha acompañado en sus últimas actuaciones promovidas por la Asociación pro Teatre Talia Olympia…
Muchos empresarios se deberían fijar en ella. Es un valor muy bueno en el escenario. Tanto como vedette como cantante. Tiene una voz maravillosa, a la altura de la Pantoja.
¿Crees que los tiempos han cambiado y que ese tipo de teatro ya no seduce a las nuevas generaciones?
Creo que la gente quiere reírse de lo que sucede a su alrededor. Y las varietés facilitan eso. Falta la figura del transformista. Y que cante, bien o mal, pero que cante. Con que entone bien, sin una gran voz, es suficiente. Y, sobre todo, extraño ese desparpajo de meterse con el público. Los actores de revista han ido desapareciendo. Y los que quedamos nos hemos hecho mayores o algunos están enfermos. Me acuerdo, por ejemplo, de Lina Morgan que está malita. Y los que quedamos, si no tenemos el apoyo de los empresarios del sector, no podemos salir adelante.
Abel Alem actuó durante 7 años en el Teatro Apolo / J.Molina
Se ha ido perdiendo ese tipo de interacción más descarada con el público…
Sí, pero con educación. Uno ha de saber con quién del público se puede meter y con quién no. Ahí es donde surge la improvisación, la magia de participar todos, público incluido, en hacer teatro. Sin caer en la grosería, pero con un lenguaje picante.
¿Cómo te definirías como artista?
Polifacético. Me disfrazo de fraile, de abuelo, de mujer. Nada me es difícil. Si he de tocar el piano, lo tocó. Mejor o peor, pero siempre saco los papeles adelante.
Buena fe de ello dan algunas críticas de la época de Josep Sandoval o Hilario López Millán…
He tenido la suerte de recibir buenas críticas. Y he tenido el privilegio de que me comparen con Luís Cuenca, con quién llegué a actuar, era una bellísima persona. También tengo un gran recuerdo de Ricardo Moscatelli, Luís Oar, Eugenia Roca y, como no, de Don Paco Martínez Soria.
Y, actualmente, ¿Con quién te lo pasas mejor cómo espectador?
Me encanta nuestro pequeñito: Joan Pera. Lo vistes de mujer, y te petas de risa. Te puede hacer cualquier personaje. Es un actor maravilloso. Ahora bien, tengo debilidad por todo lo que hace Dagoll Dagom: Mar i Cel, que ahora ha vuelto al Victoria, es una maravilla, como lo fue Mikado.
¿Cuál es el mejor recuerdo que te llevas de toda tu carrera como artista?
En el Apolo me aplaudieron mucho, pero nunca olvidaré el griterío y el gran aplauso del Auditorio de Palma de Mallorca con el espectáculo La Corte del Faraón. Es el recuerdo de mi vida, me lo llevaré a la tumba.
Qué sentirás el 24 y 25 de enero, en tu última actuación en el Paralelo, Barcelona y Catalunya?
[Se emociona, con lágrimas en los ojos] Mucho amor. Lloraré, seguro. Sé que al despedirme me derrumbaré, pero tendré gente que me abrazará. Me llevo un montón de recuerdos y me marcho a Buenos Aires a buscar la tranquilidad. Quiero llegar y liberar la tensión de la despedida en Barcelona.